DIME CON QUIÉN TRABAJAS Y TE DIRÉ QUE CLASE DE GANADERO ERES
John Flavio Roldán
Ospina
Administrador
de Negocios – Universidad EAFIT
Zootecnista
– Fundación Universitaria Católica del Norte
Partiendo
del adagio popular: dime con quién andas y te diré quién eres, quiero hacer un
paralelo a la realidad ganadera colombiana, con miras a la estabilidad del
sector ante la negociación y aplicación de tratados de libre comercio con
diferentes países del mundo.
Colombia
tuvo un PIB anual de US$435.4 miles de millones aproximadamente en 2.010 y se
estima un crecimiento entre 5.9% y 6.1% para 2.011. De los cuales, según el DANE y el FMI, el
sector agropecuario representa aproximadamente el 8.5% en 2.010, y tuvo un crecimiento
esperado de 2.2% durante 2.011. Estas
cifras involucran además una tasa de desempleo rural del 7.8% según el
Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural colombiano.
Con
todas esas cifras podemos afirmar que en término macroeconómicos los ganaderos
no representan mucho para el país, y la muestra clara de esta afirmación se
encuentra en la poca o nula protección que tuvo el sector agropecuario en los
diferentes TLC’s que el gobierno firmó y está firmando, pues su impacto social
y económico no es tan trascendental a nivel grupal; concretamente en la ganadería
se produjeron 1.69 millones de toneladas entre carne y leche en 2.011, en un área
estimada en 29 millones de hectáreas y 22 millones de cabezas de ganado en casi
600.000 predios ganaderos según la Encuesta Nacional Agropecuaria.
Pero
después de este panorama macroeconómico y de estas cifras sectoriales lo que
verdaderamente quiero recalcar en esta reflexión es en el manejo que se le hace
al hato ganadero en Colombia, y en casi todos los países latinoamericanos. La mayoría de los predios ganaderos son
manejados por un empleado de confianza de los propietarios, con poca o nula formación
profesional en el agro, pero si con una reconocida experiencia y tradición en
las labores relacionadas con la ganadería.
En ganadería de carne se estima que se manejan 3 empleados por cada 500
animales, así que as 19 millones de cabezas dedicadas a este tipo de producción
ganadera generan 114.000 empleos directos aproximadamente, y las 2.8 millones
de cabeza de dicadas a lechería generan 470.000 empleos directos con una tasa
de 6 animales por empleado. Además el
99% de estos empleos generados son meramente operativos, de dicados a labores
de ordeño y vaquería en su totalidad, adicionándole el mantenimiento del predio
en los momentos en que no hay manejo de ganado.
No
todas las fincas son así, y no todas manejan la misma tasa de manejo por
empleado, que para este análisis se encontró que son 6 animales lecheros y 167
animales de carne por empleado.
En Colombia hay 33 facultades de ciencias agropecuarias según el registro en Comvezcol, agremio que converge a los profesionales de Veterinaria y Zootecnia, y lo triste es que anualmente salen centenares de profesionales del sector agropecuario a engrosar los indicadores de desempleo o inician su propia empresa, pero con el contraste de dedicarse a cuidar la estética de mascotas, animales de exposición, y muy pocos logran ingresar a trabajar en las explotaciones bovinas para fortalecerlas y mejorar su productividad y competitividad.
Y
por qué se da esto? Lo primero es parte de una tendencia cultural en la que los
dueños de los predios confían más en una persona operativa formada a base de
experiencia que en un profesional que habla en términos que a veces no
comprenden y los hace sentir inferiores intelectual, lo que va en detrimento
del ego personal del dueño del predio; lo segundo parte de la realidad de que
no confiamos en los profesionales y por eso para el manejo del dinero se lo
entregamos a un técnico contable para que lleve registros y no a un ingeniero
financiero o administrador de negocios, lo mismo para salud, confiamos más en
el farmaceuta que en el propio médico, y muchos se dirigen ala farmacia a pedir
una indicación para curar un malestar cuando deberían ante un profesional
indicado, médico, para solucionar su malestar; y lo tercero es que el estado
poco ha hecho para fortalecer la labor de los profesionales del agro, pues lo
contadores tienen garantizado su campo de acción ante la legislación y
controles tributarios que hacen necesaria su actividad, pero el zootecnista? Que
predio necesita avalar que su producción cumple con estándares productivos, sociales
y ambientales para comercializar sus productos.
Es
un hecho afirmado a voces pero con pocas denuncias tácitos cuando afirman que
en el sector rural los salarios son menores a los urbanos y que los empleados
rurales no gozan de toda la cobertura prestacional que un empleado de la
ciudad. Pero son voces que se alzan sin
acierto, pues los casos no se denuncian realmente por miedo a perder el empleo,
y en su búsqueda de la subsistencia toda persona prefiere ganar aunque sea un
poco a no recibir ingreso alguno.
Entonces si los empleos operativos acaparan toda la base ocupada en el
sector ganadero, que pasa para los zootecnistas? Y no incluyo a los
veterinarios, porque estos son llamados a los predios cuando la vaca está
enferma, tiene mastitis, retuvo placenta, está decaída, etc. Pero ningún
ganadero llama un zootecnista para mejorar sus índices productivos, para
analizar las tasas de reproducción, las ganancias de peso, la calidad de la
leche, o la idoneidad de la explotación misma.
Cuando
comparamos la producción ganadera de Europa o Estados Unidos, siempre se afirma
la desventaja que tiene el país frente la protección arancelaria y
fitosanitaria de ellos con el agro frente a Colombia, pero pasamos por alto un
factor clave preponderante en sus predios ganaderos: los operarios tienen
escolaridad técnica como mínimo en el agro, los predios que son manejados y
operados por familias enteras, lo hacen a partir de una formación profesional,
y no como en Colombia que la formación se hace en la Universidad de la Vida, a
partir de la formación a partir de experiencias adquiridas en los predios en
los que trabajaron los ancestros y ellos mismos, repitiendo los mismo métodos
productivos que introdujeron los españoles en su conquista, renovadas
someramente a partir de la implementación de algunas técnicas que unos pocos
traen a Colombia luego de sus viajes al exterior.
Escucho
a los ganaderos de carne y leche quejarse ante el panorama que se avecina en la
economía agropecuaria, pero no los veo tomando acciones; así como contratamos
un contador para presentar informes contables ante la DIAN, contratemos un
zootecnista para manejar nuestra producción bovina; así como los médicos deben
diagnosticar las patologías, que los veterinarios lo hagan para cada caso que
ocurre en el hato, y no extrapolar que lo que sirvió para el animal anterior
también sirve para el nuevo caso patológico.
La
ganadería se basa en tres pilares: genética, nutrición y manejo. Para la primera hemos adelantado mucho al
mejorar nuestros cruces con semen de animales probados genéticamente y
descartando los menos aptos para los fines de la explotación, queda mucho por
profundizar pero ha permitido mejorar el hato ganadero colombiano en los
últimos 20 años; en nutrición contamos con importantes compañías que producen y
comercializan alimentos concentrados y balanceados para bovinos de leche y
algunos también para carne, mejoramos en el suministro de sales mineralizadas,
estamos tomando conciencia en la importancia de ser agricultores de pasturas
antes que ganaderos, y algo hemos aprovechado de algunos recursos nutricionales
como son los henos y ensilajes, sin embargo la ayuda que prestaría al
desarrollo y fortalecimiento del potencial productivo de nuestro hato al contar
con la asesoría de un zootecnista que investigue en el potencial nutricional de
cada hato aplicando subproductos alimenticios aptos para la producción,
mejorando los índices productivos mismo de cada bovino; y en manejo si estamos
en pañales, y acá también el zootecnista tiene la capacidad de apoyar la explotación
mejorando el bienestar animal para que desarrolle todo su potencial productivo.
Soy
un convencido de que el estado debe apoyar el desempeño profesional no sólo
reglamentado y velando por la formación de cada uno de ellos sino además por la
aplicación de los conocimientos adquiridos, pero no obligando a incorporarlos a
las explotaciones sino favoreciendo su campo de acción, no sólo para favorecer
el empleo de los profesionales zootecnistas, sino para cambiar las maneras de
producción ganadera de nuestro país, que ha sido una de las principales
conclusiones que se desbordan de todos los análisis de competitividad
agropecuaria desarrollados históricamente en Colombia.
Pero
los ganaderos también deben sentir la vocación por tener un profesional, que
más allá de su experiencia heredad y adquirida, pueda encaminar los recursos
existentes en cada explotación para hacerla competitiva y liderar la producción
de su zona o región; porque si no lo hacen, con las cifras de escaza rentabilidad
manejadas en los predios ganaderos actualmente, vendrán los grandes
inversionistas extranjeros y se quedaran con nuestro territorio, y ellos si
contratan profesionales por convicción.
Este
breve ensayo se genera a partir de la necesidad de iniciar una reflexión acerca
del manejo de la producción ganadera colombiana en aras de fortalecer su
productividad y competitividad a largo plazo, para que podamos aprovechar
nuestras ventajas comparativas para la producción agropecuaria y transformarlas
en ventajas competitivas sostenibles, aunadas actualmente con el deterioro
climático a nivel mundial y la alta demanda de alimentos sanos y confiables.
Es mi breve reflexión acerca de la realidad de los profesionales del agro colombiano
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